La noción del Buen Vivir se presenta como un nuevo paradigma que
constituye una mirada antropológica-indigenista, impregnada de símbolos,
subjetiva, que se refieren a las relaciones de equilibrio de las personas
con la sociedad y en armonía con la naturaleza.
El Buen Vivir para los pueblos indígenas es vivir en
comunidad, convivencia con la naturaleza sin desequilibrios, entendiendo
el valor y la importancia en el sentido de pertenencia y
responsabilidad con el otro donde el espíritu solidario se funde en una
concepción fundacional.
Ante todo, cabe subrayar toda la ambigüedad y las diversas
interpretaciones de una noción como la de “Buen Vivir”, que parece
incumbir más a la Ética, a la vez universal y atemporal, y cuyas raíces se encuentran
tanto en el pensamiento filosófico occidental europeo como en la cultura
quichua y la cosmovisión andina. Lo cual significa que este concepto puede ser
muy moderno y presentarse como un modelo para la sociedad actual mientras
remite a una visión tradicional y ancestral de la vida y de la organización
socio-política humana. Nos podemos entonces preguntar: ¿en qué se funda la
singularidad de esta expresión en el nuevo contexto político
latinoamericano? ¿Estamos frente a un "malestar en el vivir”, en
contraposición al "Buen Vivir" que nos invita a una reflexión
y una vuelta a nuestros orígenes?
Encontramos esta concepción del “Buen Vivir” en lo que conocemos
como la “filosofía práctica” que, desde la Grecia Antigua (Aristóteles, Ética a Nicómaco) tiene como objeto de estudio las acciones y las actividades
de los hombres, y cuya finalidad es la búsqueda de la felicidad. En este
sentido desarrolla un interés directo y concreto en nuestra vida. La cuestión
del “Buen vivir”, entonces, no podía ser resuelta por intermedio de la filosofía
moral únicamente, lo cual la reduciría a una ética individual, sino por una
reflexión que tomara en cuenta a la Ciudad-Estado, donde la felicidad del
individuo fuera posible. Así, en La República, el filósofo Platón asegura que la felicidad sólo puede existir en una ciudad bien ordenada, siendo indisociables la ética y la
política (Platón, 1993: libro VI y IX).
Más allá del simple sentido biológico incluido en la palabra “vivir”, el
“Buen vivir” implica pues una dimensión moral; pero, la subjetividad del
término da lugar a varias interpretaciones de tipo hedonista e instrumental,
ligadas a la indagación de la felicidad entendida como finalidad y práctica de
vida. Se puede ver algo paradójico –al menos en el uso de la terminología
del concepto, de la expresión- el acercamiento y la convergencia de
categorías tan opuestas como las normas jurídicas que deben regir el
funcionamiento de un Estado y la noción más simbólica y subjetiva del
“Buen vivir” que emana de una visión antropológica indigenista (sumak kawsay) [1].
Se destaca la fuerza de esta convergencia que atraviesa la
historia, desde sus raíces ancestrales se posiciona en la actualidad y se
erige como una alternativa de vida, de construir una forma nueva de convivencia
ciudadana desde la diversidad en armonía con la naturaleza para alcanzar el
Sumak Kawsay; profundizando el respeto por las raíces milenarias de los pueblos
indígenas y el aporte que constituyen todas las sabidurías de las culturas
que la enriquecen y apuntan al Buen Vivir. Es justamente desde la visión
de los pueblos marginados por la historia y la conquista, desde los pueblos
indígenas, que se plantea el Buen Vivir como una oportunidad para
construir otra sociedad basada en principios y valores solidarios de compromiso
con el prójimo, en equilibrio con los distintos actores y en armonía con la
naturaleza.
Se concibe a este concepto como una Idea Plural en construcción y
discusión a la vez, dadas las distintas connotaciones, y ante
todo y por sobre todo, resulta titánico el esfuerzo de aprehenderla;
teniendo en cuenta las ideas de "progreso" que están tan íntimamente ligadas a las
posturas culturales propias de la modernidad, propias de la cultura europea
pertenecientes a una perspectiva de tipo antropocéntrica, en las que se
otorga el protagonismo al ser humano por fuera de la naturaleza, sin ningún
resguardo de ella, con la finalidad de alterarla y el deseo de
dominarla.
De a poco esta idea de progreso se convierte en un concepto dominante y
se propaga a América Latina comenzando por la conquista, luego transita por la etapa colonial y se proyecta a
las repúblicas que nacían. Desde este proyecto las culturas originarias fueron subordinadas e
ignoradas, y es precisamente desde estos posicionamientos y cosmovisión
occidental que se explican varios aspectos de la estructura social y económica en
nuestra América.
La idea de progreso está ampliamente arraigada en la cultura
latinoamericana dominante, con su raíz eurocentrista que profundiza su noción de
desarrollo y crecimiento apoyándose en principios económicos
basados en escala de inversión extranjera y exportaciones de
materias primas.
Cabe destacar que la idea de progreso también se sustenta en un tipo de
mito muy difundido durante la época de la colonia, que reside en las enormes
riquezas naturales de cada país, cuestión que no se pone duda, si
no tenemos en cuenta que reside en la expansión económica, su posterior
extracción y comercialización. Inclusive en los países con gobiernos más
progresistas se han consolidado las prácticas extractivistas en la actualidad.
En las distintas cosmovisiones indígenas el concepto de desarrollo o
progreso como un proceso lineal o estado a ser alcanzado o superado, forzando
la destrucción de las relaciones sociales, el equilibrio y la armonía con
la Madre Tierra es ABSOLUTAMENTE DESCONOCIDO.
Desde este lugar, las interpretaciones del "Buen Vivir" vienen
a cuestionar a interpelar, a poner en jaque a esta supuesta modernidad: el
"Buen Vivir como vínculo directo con los saberes tradicionales, objetando los
trasplantes culturales.
La filosofía del " Buen Vivir" se presenta como inspiración y herramienta de otro posible sistema social y económico, otra alternativa en las
sociedades del mundo para la formación de un modelo más equitativo y
solidario. No hablamos de un giro Biocéntrico en desmedro del antropológico: el
Hombre es el centro de las prioridades, es el principal beneficiario de
los recursos naturales, pero igualmente lo es la naturaleza y la protección
del medio ambiente.
El respeto a la Pachamama o Madre Tierra significa otorgarle derechos, o
sea que la Naturaleza sea "Sujeto de Derechos": ella
vale por sí misma, se asegura la sobrevida, se aprovechan sus recursos pero
asegurando y manteniendo sus sistemas de vida.
"La naturaleza donde se reproduce y se realiza la vida
tiene derecho a que se respete su existencia, mantenimiento y regeneración de
sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos" (Constitución Ecuatoriana). Estos principios aparecen en convergencia y en igual jerarquía con
principios clásicos como igualdad, solidaridad, equidad social y de
género en pos del Bien Común. Esta visión de armonía global, tan impregnada en las cosmovisiones
indígenas, podría ser la alternativa a un nuevo espacio de integración MULTICULTURAL.
(1) Sumak Kawsay - Una antigua palabra quechua, sumak kawsay significa "buena vida" o la "buena vida", y significa más que nuestra versión de la buena vida. A menudo, cuando oímos esto, podemos pensar en una vida fácil y un estilo de vida sin preocupaciones todavía conectado, pero sumak kawsay es mucho más profundo que esto. A lo largo de América del Sur, es una manera de vivir en armonía dentro de las comunidades, con nosotros mismos, y lo más importante, la naturaleza.
Autoras: María Pía Miranda y Roxana Silva Russo - 3º Año Profesorado de Filosofía
BIBLIOGRAFÍA
Alberto Acosta - Reflexiones del Buen Vivir
Documento de Trabajo de aporte a la interpretación del Vivir Bien, 2008.
Links:
http://www.revue-rita.com/notes-de-recherche-60/el-buen-vivir.html


